viernes, 25 de septiembre de 2015

El precio de ser azafata por diez días

La jornada de Selva Jiménez (20) se inicia junto al alba. Luego de un buen desayuno, alista con detalle de viajero, la jornada ferial. Prepara -aparte del vestido de gala y sus tacones- un estuche donde lleva agua, energizantes, curitas, un panel de pinturas, cremas y toda la paciencia para responder la decena de preguntas de los visitantes que lleguen al stand de Faboce. Tras el almuerzo, Jiménez pasa por las manos de un estilista y, con un look renovado, se dirige a la feria para presentarse - cinco horas durante 10 días- como la primera imagen de la empresa.

Al igual que Jiménez, más de un centenar de azafatas mantienen un ritual similar previo para figurar, durante la noche, sonriente ante cualquier visitante.

Luciana Azurduy, de Lexus, dice que las exigencias no terminan durante la previa. Cada noche están restringidas de ciertas cosas. Está prohibido el uso del WhatsApp -y en sí del celular- en horas de trabajo. No pueden fumar, responder descortésmente, ni menos comer en el mismo stand. Eso lo hace durante su descanso de 45 minutos que comienza a las 21:00.

Diana Tejada llegó de Cochabamba para enfilarse en el stand de Ecojet, empresa que participa por primera vez de la feria. Tejada indica que además de un bolso con pinturas y otros insumos, ella maneja barras energéticas.

Jiménez, Azurduy y Tejada, participan por primera vez de la muestra ferial. Las tres coincidieron que, luego de la feria, ponen sus pies en altura o en salmuera para corregir la circulación

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